No es una cura, pero...


Lo llegaron a tildar de loco, los comentarios sarcásticos cargados de ironía y las miradas incrédulas, se fueron convirtiendo en su diario devenir. Pero estaba convencido que la locura no solo es necedad o demencia, la locura también es de hombres que cambian el mundo. Así comenzó la historia que le empieza a transformar la vida a Edwin Carreño.

Este nombre aún no dice mucho, pero si hablamos del VM - 100 a base de Moringa, producto que durante meses ha sido un aliciente para los internos de las cárceles de Colombia, donde el Covid 19 de la mano de la parca amenazaban con llevarse cientos de vidas, ya miles de personas identifican de quien se está hablando.

Todo comenzó por allá en el 2009 en Acacías, población del departamento del Meta. Edwin quien se había desempeñado toda su vida como administrador de una farmacia, se empezó a interesar por la Moringa y sus beneficios. Después de investigar y estudiar decidió plantar la primera matica, a la par que montaba su propia droguería. Allí empezó a venderla en hoja.  

Con su hermano David empezaron a vender de manera artesanal, jugos de Moringa, la clientela era escasa y la incredulidad abundante. Pero no desistieron.  

En la finca Los Colibríes florecía desde las entrañas de la tierra el primer cultivo de dos hectáreas, algo así como 140 mil matas que representaban el sueño de la vida de Edwin; pero como si se tratara de un pasaje bíblico las pruebas y contrariedades no paraban… Una inundación era la encargada de ahogar la ilusión. 

Con una nueva frustración a cuestas, deprimido, y cinco kilos de semilla importada de la India que se salvaron de las aguas, debía tomar una medida urgente y drástica, las deudas crecientes lo agobiaban… tomó la decisión de perseverar con lo que le quedaba. 

Cambió la forma de siembra y en el nuevo cultivo tuvo un presentimiento, él mismo plantó 70 semillas en el surco número siete. Era como renacer de las cenizas.

El convencimiento, la curiosidad y la investigación de Edwin siguieron de la mano hasta que logró los certificados del INVIMA. Creyó que al fin el largo camino recorrido durante años y las interminables noches de trasnochos y decepciones empezarían a rendir los resultados anhelados. No fue así. 

 

Si bien la empresa familiar se sostenía, su vocación de servicio a la comunidad le indicaba que algo más faltaba. Ese algo más, llegó en forma de pandemia a la cárcel de Villavicencio después de un largo viaje desde la China.

 

El Dragoneante Basilio

 

Su cabeza rapada no lo deja pasar desapercibido a pesar de su baja estatura, es dinámico y en su hablar se deja ver cierta autoridad. Es el dragoneante del INPEC Basilio Andrés Pérez, quien presta sus servicios en la cárcel de Villavicencio.

 

Al parecer Basilio llevó el virus a su casa, en donde resultó infectada su esposa quien se encontraba en el octavo mes de gestación de su segundo hijo. Paradójicamente su compañera fue la primera en dar positivo y días después él. El terror se apodero de la familia, Basilio se aisló en una habitación… Los días eran eternos, llenos de incertidumbre, fortaleza, oración y sagradamente, mañana y tarde, agua de panela con Manzanilla y Moringa. Así lo hizo recordando las sabias enseñanzas de su abuela.

 

Dragoneante del INPEC Basilio Andrés Pérez


Unos días después la esperanza regresó y la zozobra desapareció, la familia le había ganado al fantasma del Covid. Con toda la determinación del mundo Basilio regresó a su lugar de trabajo, sitio en el que pudo haberse contagiado y que en ese momento era el foco de infección más grande… La penitenciaría de Villavicencio donde más de mil reclusos estaban infectados en ese momento.

 

Corría la segunda semana del mes de mayo y el panorama no podía ser más sombrío, Basilio optó por usar las redes sociales para solicitar ayuda; pedía panela, limón, manzanilla, lo que la gente quisiera regalar para impedir un desenlace latente y fatal. Incluso se llegó a pedir a los gobiernos departamental y municipal un terreno en dónde enterrar a las víctimas que podían ser por centenares.

 

El llamado llegó a oídos de Edwin Carreño por intermedio de su amigo Bray Martínez, con quien se formó una buena amistad por la necesidad de este último de una botella de alcohol en los tiempos en que escaseaba este producto.

 

La vocación por ayudar a las causas sociales y los más necesitados lo llevó a donar el 70% de la Moringa que tenía en ese momento, aunque tenía otros compromisos, estos podían esperar; sentía la necesidad de ayudar a los que merecían una nueva oportunidad, y así fue.

 

La Policía prestó el transporte para llevar el VM – 100 a la penitenciaría, guardias y reclusos unieron sus esfuerzos para preparar la bebida caliente y salvarse entre sí, después de sentir que los habían abandonado a su suerte.  A los pocos días todo empezó a cambiar.

 

Moringa transportada por la Policía Nacional

 

El estado de salud de todos empezó a mejorar, incluso hasta los resquemores entre unos y otros se convirtieron en cosa del pasado. Un mes después la cárcel de Villavicencio fue declarada libre de Covid. Una batalla más ganada gracias al agua de panela con Manzanilla y Moringa


Cárcel de Villavicencio


La cárcel de Leticia

 

El voz a voz empezó a tomar fuerza. Los guardias del INPEC a través de un grupo de WhatsApp, comenzaron a dar sus testimonios de recuperación, a la par que en la correccional de Leticia se incrementaba el brote del virus. Los compañeros de Basilio en el Amazonas pidieron ayuda y una vez más apareció Edwin Carreño quien también donó el producto.

 

Una cadena de ayuda se creó, Edwin donó la Moringa, la Policía la transportó hasta Bogotá, luego un avión de la Fuerza Aérea la llevó hasta Leticia y allí nuevamente la Policía la recibió y la entregó en la cárcel.

 

El proceso se repitió, internos y guardianes unidos y con la fe puesta en la donación que llegaba desde un pueblo en El Meta.

 

Un mes después los buenos resultados de la cárcel de Villavicencio se repitieron en Leticia. Las autoridades empezaron a sacar pecho por las medidas tomadas, pero no hablaban de las donaciones de Moringa.

 

La Ternera en Cartagena

 

Una copia más de los hechos sucedidos en Meta y Amazonas se repetía en cárcel de “La Heróica”. El Covid contagiaba a todos por igual y la situación se tornaba desesperante. Las medidas que se tomaban al interior poco ayudaban, la angustia era evidente.

 

Y una vez más la donación de Moringa llegó desde tierras llaneras y una vez más a los 30 días aproximadamente la prisión era declarada libre de Covid. Todos repetían el proceso de tomar el VM – 100 en bebidas calientes.

 

La cuenta se pierde

 

Los mensajes solicitando ayuda siguen llegando desde diferentes partes del País y las donaciones se siguen haciendo en la medida de las posibilidades. Ya son cinco centros penitenciarios donde la Moringa ha llegado y semanas después son certificadas como libres de Covid. Son hasta hoy Villavicencio, Leticia, Espinal en el Tolima, Barranquilla y Cartagena.

 

Edwin sigue cultivando Moringa y ayudando a todos los que puede. Asegura que ese legado se lo dejó su abuela a quien cariñosamente llamaba Mita y su tía Clarita quien le pagó el bachillerato en Uvita Boyacá. Dice que todas las mañanas al levantarse recuerda el inclemente frio del páramo donde se crío… No se cansa de repetir que esta es la mejor herencia que le puede dejar a su esposa y sus hijos quienes lo han apoyado incondicionalmente… Ayudar a la gente.

 

No deja de ser extraño que solo los testimonios de los beneficiados con Moringa, que ya se cuentan por decenas de miles, sean los únicos que se han escuchado. Unos pocos medios de comunicación han resaltado la noticia, porque los guardianes del INPEC se han atrevido a contar. Las autoridades que se han visto beneficiadas y consumen el producto guardan absoluto silencio… Las cosas de la vida.

 

Elkin Raúl Coronell Cadena

 

N. del A. La Moringa es recomendada por millones de personas a nivel mundial por la gran variedad de beneficios que le ofrece a la salud de los humanos.


Publicar un comentario

0 Comentarios